Cuando una empresa importa o exporta mercancías, debe cumplir con requisitos normativos y tributarios que, aunque en ocasiones resultan complejos, son indispensables para garantizar un flujo justo y seguro de productos. En este contexto es donde surge el fraude aduanero, un conjunto de prácticas ilegales que buscan eludir controles regulatorios, evadir impuestos o manipular información con fines de beneficio propio. Esta situación puede implicar la retención de mercancías, sanciones económicas, la inhabilitación de empresas y hasta procesos penales contra quienes lo cometen. En algunos casos, incluso cuando la empresa actúa de buena fe, se ve afectada si su socio comercial incurre en estas prácticas. Por eso, además de cumplir rigurosamente con las normativas, resulta recomendable contar con herramientas adicionales de protección, como un seguro de carga internacional, que ayuda a reducir las pérdidas derivadas de incidentes logísticos durante su traslado.
Casos de fraude aduanero más comunes
El fraude aduanero es una práctica que puede adoptar muchas formas, por lo que conocer los tipos más frecuentes es fundamental para identificarlos y protegerse de ellos. Entre los más habituales encontramos:
- Subvaloración de mercancías. Ocurre cuando el valor declarado de un producto es menor al real. Al pagar impuestos en función de este valor, la empresa se beneficia de un pago reducido, aunque lo hace de manera ilegal.
- Clasificación arancelaria incorrecta. Consiste en asignar a un producto un código arancelario distinto al que le corresponde. Lo anterior permite que se le apliquen impuestos más bajos o que se exente de ciertos controles.
- Facturación falsa. En muchos casos se emiten facturas alteradas, ya sea inflando precios o creando facturas ficticias, con el objetivo de manipular operaciones de importación o exportación.
- Uso de documentos falsos. Certificados de origen, permisos sanitarios o fitosanitarios, facturas comerciales y hasta licencias de importación pueden ser falsificados para facilitar el ingreso de mercancías prohibidas o subvaluadas.
- Contrabando. Introducir mercancía sin declararla es uno de los fraudes más antiguos. Incluye desde ocultar productos en vehículos hasta el uso de rutas alternas para evadir los puntos de control.
- Reetiquetado y falsificación. Algunos productos son modificados para aparentar un origen distinto o una naturaleza diferente. Esto se da, por ejemplo, en mercancías sujetas a restricciones sanitarias o en marcas falsificadas.
- Uso de empresas fantasma. Compañías ficticias son creadas con el único propósito de importar productos y luego desaparecer sin responder por las obligaciones tributarias.
Estas prácticas no solo buscan ahorrar costos fiscales, sino también aprovechar ventajas indebidas frente a quienes cumplen con las normas. A la larga, un fraude aduanero afecta a todos los actores del comercio internacional, pues generan:
- Competencia desleal, ya que empresas fraudulentas ofrecen precios artificialmente bajos.
- Riesgos reputacionales, que pueden extenderse incluso a socios o clientes que desconocían las irregularidades.
- Confiscación de mercancías, lo que implica pérdidas económicas significativas.
- Sanciones penales, que incluyen multas millonarias o inhabilitación para operar en comercio exterior.
En algunos países, los gobiernos han intensificado sus esfuerzos para combatir estas prácticas mediante inspecciones electrónicas, cooperación internacional y programas de trazabilidad; sin embargo, este sigue siendo un desafío constante.
Consecuencias y prevención de esta situación
Las consecuencias de un fraude aduanero trascienden el ámbito fiscal. Aunque la pérdida de ingresos para los gobiernos es significativa, el impacto se extiende a la seguridad, la salud pública y la competitividad empresarial. Por ejemplo, cuando un producto ingresa sin cumplir controles sanitarios, puede poner en riesgo a los consumidores. Del mismo modo, las mercancías falsificadas no solo afectan a las marcas legítimas, sino que también pueden resultar peligrosas para quienes las adquieren.
Para las empresas, verse envueltas en esta situación implica:
- Sanciones económicas que pueden ascender a millones de dólares.
- Retención de envíos y retrasos logísticos que rompen la cadena de suministro.
- Pérdida de confianza por parte de clientes y socios comerciales.
- Inhabilitación para operar, especialmente en casos de reincidencia.
Dado este panorama, la prevención se convierte en la mejor estrategia. Algunas medidas prácticas son:
- Conocer las regulaciones. Cada país tiene normas propias en materia de aduanas. Estar al día con las disposiciones locales e internacionales es clave.
- Trabajar con agentes aduanales certificados. Contar con profesionales acreditados minimiza errores y fraudes.
- Verificar la documentación. Una revisión minuciosa de facturas, certificados y permisos reduce el riesgo de aceptar documentos falsos.
- Clasificar correctamente las mercancías. Utilizar el código arancelario adecuado evita sanciones y garantiza transparencia.
- Capacitar al personal. La formación en normativas y riesgos aduaneros disminuye los errores involuntarios.
- Implementar controles internos. Desde inventarios detallados hasta auditorías periódicas, todo suma para mantener la legalidad.
- Denunciar irregularidades. Informar a las autoridades de prácticas sospechosas contribuye a un entorno más justo y competitivo.
En conclusión, el fraude aduanero representa uno de los desafíos más complejos para el comercio internacional. Aunque adopta múltiples formas, todas ellas tienen en común la intención de evadir las obligaciones legales. Los efectos no recaen únicamente en los gobiernos, que dejan de recaudar impuestos, sino también en las empresas que, al verse involucradas, enfrentan sanciones, retrasos y daños a su reputación.
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Fuente: Moldtrans



