La reducción de velocidad en los barcos, también conocida como slow steaming, es una práctica mediante la cual las embarcaciones comerciales disminuyen su aceleración de navegación de manera deliberada, normalmente por debajo de su velocidad de diseño. Aunque pueda parecer una medida sencilla, su impacto es profundo: afecta desde el consumo de combustible y las emisiones de gases de efecto invernadero hasta los costos logísticos y la programación del comercio global. Esta estrategia surgió con fuerza tras la crisis financiera de 2008, cuando el exceso de capacidad en la flota global y el aumento del precio del combustible obligaron a las navieras a replantear su forma de operar.
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¿Cuáles son los beneficios de la reducción de velocidad de los barcos?
Durante años, la industria marítima ha enfrentado una presión creciente para reducir su huella ambiental. A nivel global, los buques representan cerca del 3% de las emisiones de gases de efecto invernadero, por lo que la adopción de prácticas como la reducción de velocidad de los barcos se ha convertido en una prioridad para cumplir con los objetivos climáticos.
Esta medida no solo disminuye las emisiones, también tiene otros beneficios clave, como los siguientes:
- Menor consumo de combustible. Al reducir la velocidad, los motores operan de forma más eficiente y con menor exigencia, lo que reduce significativamente el gasto en combustible.
- Menor desgaste de maquinaria. Las velocidades más bajas generan menos presión sobre los sistemas de propulsión, extendiendo la vida útil de los equipos.
- Reducción del ruido submarino, lo que beneficia a los ecosistemas marinos sensibles al sonido, especialmente mamíferos marinos.
- Cumplimiento normativo, en línea con las exigencias de la Organización Marítima Internacional (OMI) para limitar emisiones contaminantes.
A pesar de sus ventajas, la reducción de velocidad también implica desafíos, como tiempos de tránsito más largos, posibles retrasos en la cadena de suministro y la necesidad de reestructurar rutas o flotas para mantener los niveles de servicio. Sin embargo, el equilibrio entre eficiencia ambiental y operativa ha llevado a que esta medida se implemente cada vez con mayor decisión.
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Tendencias de velocidad en 2025
Mientras que en 2024 los portacontenedores de mayor capacidad (entre 12 mil y 16 mil 999 TEUs) llegaron a acelerar un 4%, en 2025 predomina el retorno a velocidades más lentas como forma de reducir costos y emisiones. Este cambio responde principalmente a la estabilización del mercado y al regreso de las navieras a estrategias más conservadoras frente a la volatilidad de los precios del combustible y las tarifas de flete.
Algunos datos relevantes de lo que va de 2025 son los siguientes:
- Metaneros. Su velocidad promedio cayó un 2,0%, bajando a 14,6 nudos. En particular, las unidades propulsadas por turbina de vapor redujeron su velocidad un 12% desde 2018, frente a un 6% de caída en modelos modernos.
- Graneleros. Registraron una disminución del 1,7%, hasta alcanzar los 10,7 nudos de promedio.
- Petroleros de productos. La velocidad de los barcos de este tipo se redujo un 1,1%, situándose en 11,2 nudos.
- Gaseros LPG de gran tamaño. Sufrieron una caída del 1,2%, ubicándose en 13,9 nudos.
- Car carriers. Bajaron un 0,9%, navegando ahora a 15,0 nudos.
Este patrón indica que las navieras han adoptado una postura más homogénea frente a las condiciones operativas y ambientales actuales. Además, el comportamiento de los buques “eco” confirma una tendencia interesante: aunque operan a velocidades más altas que las embarcaciones tradicionales, lo hacen de manera más eficiente. En segmentos como los VLCC (Very Large Crude Carriers) y capesizes, las versiones “eco” navegan aproximadamente medio nudo más rápido que sus equivalentes convencionales, sin aumentar significativamente su huella ambiental.
Factores que explican la desaceleración
La velocidad de los barcos no responde a un solo estímulo, sino a una combinación de factores que se interrelacionan, entre los que se pueden destacar los siguientes:
- Condiciones del mercado:
Cuando las tarifas de flete están altas, las navieras aceleran sus buques para maximizar ganancias en ciclos más cortos. Además, en contextos estables o con exceso de capacidad, como el actual, se opta por reducir velocidad para ahorrar combustible y evitar saturación en los puertos.
- Precio del combustible:
Es uno de los costos operativos más altos, por lo que, si una embarcación reduce su velocidad en un 10%, puede disminuir su consumo de combustible en hasta un 30%.
Por otra parte, la variabilidad en los precios obliga a las navieras a buscar mayor eficiencia.
- Regulación ambiental:
Las metas de la OMI para reducir emisiones han llevado a las navieras a adoptar prácticas sostenibles. El slow steaming se ha convertido en una alternativa viable mientras se desarrollan combustibles alternativos.
Además, algunas zonas de navegación están restringidas por normativas que penalizan emisiones elevadas, como las Zonas de Control de Emisiones (ECAs).
- Tecnología de los buques:
Las nuevas generaciones de embarcaciones están diseñadas para operar eficientemente a menores velocidades. Asimismo, los buques “eco” integran tecnologías de propulsión optimizadas, cascos con mejor hidrodinámica y sistemas de recuperación de energía.
En este contexto, la reducción de velocidad de los barcos no es simplemente una respuesta táctica a una coyuntura económica, sino una estrategia de largo plazo. Las navieras que logren integrar esta medida en su modelo operativo y adaptarse con flexibilidad estarán mejor posicionadas para enfrentar los desafíos futuros del transporte marítimo.
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Fuente: Infobae