A casi cinco años de su entrada en vigor, el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) sigue siendo una de las piedras angulares del comercio en América del Norte. Desde su implementación el 1 de julio de 2020, el acuerdo ha permitido el intercambio libre de aranceles entre los tres países, impulsando sectores clave como el automotriz, agrícola y tecnológico. Sin embargo, su consolidación no ha estado exenta de desafíos y controversias que amenazan con debilitar sus beneficios.
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Del TLCAN al T-MEC: ¿Qué cambió realmente?
Contrario al pensamiento popular, el T-MEC no es simplemente una versión renovada del antiguo TLCAN, sino un tratado con enfoques modernizados en áreas que ni siquiera existían en 1994. Aunque mantiene la eliminación de aranceles para la mayoría de los productos, el nuevo acuerdo impone requisitos más estrictos, especialmente en sectores como el automotriz, donde al menos el 75% de los componentes de un vehículo deben fabricarse en alguno de los tres países para acceder a beneficios fiscales (antes era del 62.5%).
También introdujo compromisos más firmes en materia laboral, sobre todo en México, donde se impulsaron reformas para mejorar los salarios y las condiciones de trabajo. Esto buscó reducir la brecha con los sueldos estadounidenses, fomentar una competencia más equitativa y evitar la deslocalización injusta de empresas.
En el ámbito agrícola, el T-MEC eliminó restricciones que antes dificultaban el flujo de productos entre países. Estados Unidos consolidó a México y Canadá como sus principales mercados agrícolas, mientras que Canadá logró colocar en el acuerdo productos clave como el maní, ciertos tipos de lácteos y el azúcar.
Además, el tratado respondió a nuevas realidades, como la digitalización. Por ejemplo, ahora prohíbe que Canadá y México estén obligados a almacenar sus datos en servidores de Estados Unidos, fortaleciendo su soberanía tecnológica. También introdujo capítulos dedicados al cuidado ambiental, como el manejo de aguas residuales transfronterizas entre Tijuana y San Diego.
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Presiones en el tratado
Pese a sus beneficios económicos, el T-MEC ha sido utilizado como herramienta política en varios episodios. Uno de los más recientes se dio el 6 de marzo de 2025, cuando el presidente estadounidense Donald Trump anunció posibles sanciones arancelarias contra México y Canadá como represalia por el flujo de fentanilo hacia su país. Aunque el anuncio generó tensión inmediata, la medida fue postergada hasta el 2 de abril para abrir espacio a nuevas negociaciones.
Este tipo de amenazas muestra que el acuerdo no es inmune a factores externos y que la estabilidad comercial depende en gran medida del contexto político. Ya en 2018, el propio Trump había condicionado su firma a incluir cláusulas más ventajosas para Estados Unidos, especialmente en la industria automotriz y la protección de propiedad intelectual.
Aunque el Congreso estadounidense aprobó el acuerdo en 2020 tras duras negociaciones, los cambios laborales exigidos por los demócratas demuestran que el T-MEC no fue un pacto fácil de cerrar. Hoy, con el regreso de Trump al poder, resurgen las tensiones que colocan a México y Canadá en una posición delicada, especialmente si las sanciones arancelarias se materializan.
Beneficios económicos
A pesar de la incertidumbre política, los datos reflejan que este acuerdo ha tenido un impacto económico positivo, al menos para México. En noviembre del año pasado, el país exportó bienes por 42 mil 780 millones de dólares a Estados Unidos, lo que representa más del 82% de sus exportaciones totales. En contraste, las importaciones estadounidenses alcanzaron los 20 mil 370 millones, reforzando su papel como principal socio comercial.
Canadá, aunque menos dominante en la balanza comercial mexicana, sigue siendo el segundo destino de exportación con mil 720 millones de dólares, mientras que sus importaciones hacia México alcanzaron solo mil 032 millones, quedando por detrás de varios países asiáticos. Estos datos revelan un comercio asimétrico, pero también una integración creciente en sectores clave como energía, minería, productos agrícolas y tecnología.
Algunas áreas donde el tratado ha demostrado avances tangibles:
- Automotriz. La nueva regla del 75% en contenido regional ha fortalecido las cadenas de suministro norteamericanas.
- Sector laboral. Se han mejorado salarios y condiciones laborales en México, especialmente en industrias manufactureras.
- Agroindustria. Se eliminaron aranceles para productos clave como maíz, carne de cerdo, lácteos y azúcar.
- Tecnología. Se establecieron nuevas normativas de comercio digital y protección de datos.
- Medioambiente. Se firmaron acuerdos específicos para gestionar problemas ambientales compartidos, como el tratamiento de aguas fronterizas.
En conclusión, el T-MEC ha traído consigo oportunidades reales de crecimiento para las economías de América del Norte, modernizando las reglas del comercio en un mundo cada vez más interconectado. Sin embargo, su éxito no está garantizado. Las amenazas arancelarias, las tensiones geopolíticas y los cambios en el liderazgo político pueden erosionar la estabilidad que tanto costó construir.
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Fuente: TaxDown
